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Por Producciones Carrillo
lunes, 15 de abril de 2013
Tercera Parte XXV
Ena le comunicó a Andrea que le
había encontrado trabajo (en el despacho de su padre, Luis) en Madrid y que le
permitía establecerse en su casa por unos meses hasta que la joven encontrase
una vivienda para ella sola. En la carta, también le dijo que Jaime se
trasladaría allí habiendo terminado la carrera y que después se intentarían
casar.
En casa de su familia, vieron con
buenos ojos la marcha de la chica de aquella casa. Cenaron pescado, comprado
con los ingresos de las vendas que había hecho Gloria. Juan le dijo que se
tenía que buscar la vida y que había hecho bien en marcharse allí. Las mujeres
de la casa deseaban volverse a ver con la joven. Gloria y Juan se despidieron
de ella por la noche ya que Andrea se iba a ir a las siete de la mañana. De la
abuela no se despidió por la noche. Andrea preparó todo para irse sin hacer
ruido.
Por la noche no pudo dormir de la
ilusión que le proporcionaba esa liberación y esa independencia, los mismos
sentimientos que tuvo cuando venía de su pueblo a Barcelona, un año antes.
También reflexionó y supo que no llegó a conocer algunas cosas que se imaginaba
que conocería en Barcelona: la plenitud, la alegría, el amor.
Andrea se fue a Madrid con el padre
de Ena (en su coche), quien se había ido a vivir con el resto de su familia un
poco antes pero que había vuelto a Barcelona por un asunto. El chófer llamó a
la puerta y ella ya estaba preparada para bajar. No se despidió de la abuela
porque no quiso despertarla. En la casa había silencio y bajó despacio las
escaleras para no provocar ruido. Allí, en la calle, le esperaba el padre de
Ena (Luis). Él fue muy educado con ella y le dijo que se pararían a comer en
Zaragoza. Emprendieron la marcha. Andrea miró por última vez la casa, la calle
Aribau, y Barcelona se iba alejando. FIN.
Tercera Parte - XXIV
Septiembre. Andrea aun no se creía
la muerte de Román. Los días eran angustiosos y aburridos para Andrea.
Recordaba cómo Román tocaba el violín, recordaba su magnífica música, dentro de
su habitación, sentada el suele, mirando la habitación mediante el espejo.
Un día, decidió subir a la
buhardilla (es lo mismo que guardilla) para ver cómo había quedado la
habitación de Román. No quedaba nada: ni el violín, ni el colchón, ni los
cuadros… En este momento, Andrea ya se creyó que Román estaba muerto.
Por aquellos días tenía pesadillas:
se imaginaba el cuerpo muerto de Román, se imaginaba sus manos delgadas y
muertas, las mismas que antes tocaban el violín y el piano. Andrea, para
quitarse las pesadillas de encima, salía a la calle (salió varias veces).
Corría y no sabía por qué, se dejaba llevar por los instintos. Llegaba a la
plaza de la Catedral y allí le venía un deseo terrible de morirse. Al cabo de
un rato, volvía a su casa. Estaba medio loca.
En casa, las cosas no habían
cambiado mucho. Gloria seguía sufriendo las palizas de Juan, que seguía muy
afectado por la muerte de su hermano. La abuela no parecía tan triste como
Juan.
Un día, Gloria vendió el piano de
Román. Con el dinero que ganó se permitió el lujo de cocinar carne. La cocinera
era ella misma ya que Antonia ya no estaba. En un instante, Juan entró en la
cocina y empezó a dar patadas al cuerpo de Gloria porque había vendido el piano
de su hermano. Al día siguiente, Gloria y Andrea hablaron en la habitación la
protagonista (Andrea). Gloria sentenciaba que Juan estaba loco y que necesitaba
ir a un manicomio. Gloria, seguía teniendo miedo de Juan (pensaba que algún día
la mataría) y afirmaba que no se merecía el trato que estaba recibiendo de su
marido. Pensaba en huir pero no podía porque su marido le acabaría atrapando
para luego matarla. Incluso, ella contaba que su marido no le dejaba dormir
porque no quería ver dormir a su mujer, mientras su hermano estaba en la tumba,
sufriendo dolor. También le dijo a Andrea en esa conversación que Juan lloraba
y que ella lo consolaba. Después de terminar su discurso, Gloria le enseñó su
cicatriz de la espalda a Andrea.
La conversación entre las dos la
escuchó completamente la abuelita. La viejecita defendió a su hijo Juan, el
cual no tenía que ir al manicomio porque era él quien cuidaba a su hijo pequeño
y también concluyó que las mujeres de esa casa (Gloria, Andrea y ella misma)
necesitaban ir antes al manicomio que Juan, porque ellas estaban más locas que
él. Cuando terminó de hablar, la abuela dejó caer una carta al suelo. Andrea la
cogió y vio que era de Ena, le hablaba desde Madrid. En ese momento, a Andrea
le cambió la vida.
Tercera Parte XXIII
Se cerraron todas las entradas de
luz de la casa, estaba en oscuras los días posteriores a la muerte de Román.
Andrea estaba perdida, no sabía qué día ni hora era. Gloria estaba enferma y
Andrea fue a ayudarla. Antonia la culpó del suicidio de Román y además, dio más
información sobre Román: él tenía la intención de irse muy lejos de allí y le
comunicó a Antonia que le diera todo la ropa que tenía de él; después de
decírselo, mientras él se estaba afeitando decidió acabar con su vida (tenía
jabón en la cara cuando Antonia se lo encontró sin vida). Andrea escuchaba todo
lo que le decía Gloria: ella afirmaba que Román se suicidó porque ella la había
denunciado otra vez y la policía le iba ir a buscar. Andrea no se creía nada de
lo que decía Gloria. Juan se fue a enterrar
y volvió dos días después, triste y con lágrimas en la cara (hacía
evidente la influencia de Román en las vidas de la familia, en capítulo III).
Andrea durmió dos días seguidos.
Cuando se despertó tenía la impresión de que no había nadie en casa. Al salir
de su cuarto, vio a Gloria en la cocina, vestida de luto. Gloria le dijo que
habían llegado dos tías (las que aun no conocemos y que estaban casadas) y que
Antonia se había fugado con el perro. Fue a ver donde estaban sus tías. Estaban
en la habitación de la abuela, junto a Juan. Andrea observaba desde la puerta. Se
escuchaban voces siempre refiriéndose a la abuelita. Las tías le decían que
nunca se había interesado en cuidar bien a sus hijas, que fue injusta, y que
solo se interesaba en cuidar a sus hijos varones. Además, que esos privilegios
que había dado a sus hijos no habían servido de nada ya que, uno de ellos se
suicidó y el otro se había casado con una mujer loca. Juan dijo que ellas
tenían razón, e insultó a sus dos hermanas. Empezaron a haber chillidos y
griterío.
Tercera Parte - XXII
Andrea salió días con Jaime y Ena
días antes de la marcha de Ena de Barcelona. Ena se iba de vacaciones a San
Sebastián y de allí, salía directo a Madrid, para quedarse a vivir allí. Andrea
se sentía cambiada y muy cansada, como muerta. Ena lo notaba.
Llegó el día de la despedida en la
estación de tren. Fue muy triste. Las dos amigas se abrazaron y Ena le prometió
a Andrea que algún día volvería. El padre de Ena se quedó en Barcelona e invitó
a Andrea a subirse a un taxi con él, pero ella no aceptó. Quiso dar una paseo a
pie y a solas (la calle estaba muy vacía), soportando el calor propia del
verano (era julio). Fue al estudio de Guíxols, ya que pasaba por la calle
Moncada, donde estaba situado. La portera le comunicó que no había nadie porque
no lo usaba ya Guíxols como estudio y porque Iturdiaga y Pons no estaban en
Barcelona pero que podía pasar. Estuvo allí mirando un rato los muebles y los
cuadros que había. Al rato, se fue para ir a su casa. Al llegar se encontró con
Gloria llorando en la cama de su habitación (la de Andrea, anteriormente de
Angustias). Gloria le dijo que tenía miedo pero no le dijo el por qué de ese
miedo.
Al día siguiente, se escuchó un
grito en el vestíbulo de la casa (Andrea pudo dormir poco por el cansancio que
sentía y el calor que hacía). Era Antonia. Parecía muerta, estaba en el suelo.
Los familiares salieron de sus habitaciones para saber qué pasaba. De repente,
se despertó y dijo que había muerto alguien. Ese era Román, que se había
suicidado con la navaja de afeitar en su guardilla. Antonia lo sabía porque fue
a llevarle el café que le pidió Román el día anterior. Los vecinos del edificio
querían ver qué pasaba. Las mujeres de la casa llamaron a la Policía. Juan
salió corriendo las escaleras para ver a su hermano muerto. La abuela también
quiso ir y quería que la acompañase Andrea, la cual quería ver el cuerpo de
Román. La abuela mantenía su sufrimiento y sus lágrimas, mientras iba subiendo,
hasta que se encontraron con Juan, que bajaba las escaleras desolado. Pidió a
las dos mujeres que bajasen a la casa para hablar, pero la abuela quería ver a
su hijo. Juan se llevó a la abuela para arriba y obligó a Andrea que bajase a
la casa. Mientras iba subiendo la abuela, apoyada a Juan, empezó a llorar.
Andrea volvió a casa. Dentro había
gente que no conocía y que murmullaba y curioseaba la casa. Se metió en el
cuarto de baño, cerró la puerta y se duchó. Estaba histérica pero no lo hacía
ver ya que se duchaba como si no hubiese pasado nada. La gente que había al
otro lado de la puerta del baño, empezó a dar golpes.
Tercera Parte - XXI
Andrea se sentía sola en la Plaza
de la Universidad. De repente, llegó Ena. Ena le dijo que le salvó al llegar
oportunamente al cuarto de Román porque ella estaba aterrorizada de Román, le
había salvado. Ena empezó a llorar, nunca lo había hecho, era su primera vez.
Andrea le preguntó si estuvo enamorada de Román. Ena respondió que estaba
interesado en él porque quería saber cosas sobre el tío de Andrea; según Ena,
Román era atractivo pero muy mezquino y cruel, y creía haber estado humillando
a Román ya que Ena lo había hechizado, es decir, Ena estaba jugando con los
sentimientos de Román, mientras que a la vez quería averiguar cómo era el amor
de la madre de ella cuando era más joven, ya que la joven Ena sabía que su
madre, Margarita, se enamoró de Román (se lo contó su padre, Luis, cuando
Margarita estaba enferma). Ena expresó que Román le había decepcionado y además
que nunca había dejado de pensar en Jaime ni en Andrea aunque no los quería ver
porque si los veía no se centraría en el “experimento” que estaba haciendo con
Román. Siguió explicando que la relación entre ella y Román ya se había cortado
en la víspera de San Juan: ella salió corriendo, dejándose objetos personales
(bolso y guantes) en la guardilla de Román. Pero ¿qué hacía ella allí si ya
habían cortado? Ena respondió que Román le informó que se había olvidado varias
cosas. Ella decidió ir a buscarlas, quería que ese día fuese la última vez que
se encontrarían. Al final, Ena sintió que volvía a ser la de antes de conocer a
Román, porque a partir de aquel momento quiso emprender de nuevo la vida con
Andrea y Jaime.
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