lunes, 15 de abril de 2013

Tercera Parte - XXI




Andrea se sentía sola en la Plaza de la Universidad. De repente, llegó Ena. Ena le dijo que le salvó al llegar oportunamente al cuarto de Román porque ella estaba aterrorizada de Román, le había salvado. Ena empezó a llorar, nunca lo había hecho, era su primera vez. Andrea le preguntó si estuvo enamorada de Román. Ena respondió que estaba interesado en él porque quería saber cosas sobre el tío de Andrea; según Ena, Román era atractivo pero muy mezquino y cruel, y creía haber estado humillando a Román ya que Ena lo había hechizado, es decir, Ena estaba jugando con los sentimientos de Román, mientras que a la vez quería averiguar cómo era el amor de la madre de ella cuando era más joven, ya que la joven Ena sabía que su madre, Margarita, se enamoró de Román (se lo contó su padre, Luis, cuando Margarita estaba enferma). Ena expresó que Román le había decepcionado y además que nunca había dejado de pensar en Jaime ni en Andrea aunque no los quería ver porque si los veía no se centraría en el “experimento” que estaba haciendo con Román. Siguió explicando que la relación entre ella y Román ya se había cortado en la víspera de San Juan: ella salió corriendo, dejándose objetos personales (bolso y guantes) en la guardilla de Román. Pero ¿qué hacía ella allí si ya habían cortado? Ena respondió que Román le informó que se había olvidado varias cosas. Ella decidió ir a buscarlas, quería que ese día fuese la última vez que se encontrarían. Al final, Ena sintió que volvía a ser la de antes de conocer a Román, porque a partir de aquel momento quiso emprender de nuevo la vida con Andrea y Jaime.

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