lunes, 15 de abril de 2013

Tercera Parte - XXII



Andrea salió días con Jaime y Ena días antes de la marcha de Ena de Barcelona. Ena se iba de vacaciones a San Sebastián y de allí, salía directo a Madrid, para quedarse a vivir allí. Andrea se sentía cambiada y muy cansada, como muerta. Ena lo notaba.

Llegó el día de la despedida en la estación de tren. Fue muy triste. Las dos amigas se abrazaron y Ena le prometió a Andrea que algún día volvería. El padre de Ena se quedó en Barcelona e invitó a Andrea a subirse a un taxi con él, pero ella no aceptó. Quiso dar una paseo a pie y a solas (la calle estaba muy vacía), soportando el calor propia del verano (era julio). Fue al estudio de Guíxols, ya que pasaba por la calle Moncada, donde estaba situado. La portera le comunicó que no había nadie porque no lo usaba ya Guíxols como estudio y porque Iturdiaga y Pons no estaban en Barcelona pero que podía pasar. Estuvo allí mirando un rato los muebles y los cuadros que había. Al rato, se fue para ir a su casa. Al llegar se encontró con Gloria llorando en la cama de su habitación (la de Andrea, anteriormente de Angustias). Gloria le dijo que tenía miedo pero no le dijo el por qué de ese miedo.

Al día siguiente, se escuchó un grito en el vestíbulo de la casa (Andrea pudo dormir poco por el cansancio que sentía y el calor que hacía). Era Antonia. Parecía muerta, estaba en el suelo. Los familiares salieron de sus habitaciones para saber qué pasaba. De repente, se despertó y dijo que había muerto alguien. Ese era Román, que se había suicidado con la navaja de afeitar en su guardilla. Antonia lo sabía porque fue a llevarle el café que le pidió Román el día anterior. Los vecinos del edificio querían ver qué pasaba. Las mujeres de la casa llamaron a la Policía. Juan salió corriendo las escaleras para ver a su hermano muerto. La abuela también quiso ir y quería que la acompañase Andrea, la cual quería ver el cuerpo de Román. La abuela mantenía su sufrimiento y sus lágrimas, mientras iba subiendo, hasta que se encontraron con Juan, que bajaba las escaleras desolado. Pidió a las dos mujeres que bajasen a la casa para hablar, pero la abuela quería ver a su hijo. Juan se llevó a la abuela para arriba y obligó a Andrea que bajase a la casa. Mientras iba subiendo la abuela, apoyada a Juan, empezó a llorar.

Andrea volvió a casa. Dentro había gente que no conocía y que murmullaba y curioseaba la casa. Se metió en el cuarto de baño, cerró la puerta y se duchó. Estaba histérica pero no lo hacía ver ya que se duchaba como si no hubiese pasado nada. La gente que había al otro lado de la puerta del baño, empezó a dar golpes.

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