Andrea salió días con Jaime y Ena
días antes de la marcha de Ena de Barcelona. Ena se iba de vacaciones a San
Sebastián y de allí, salía directo a Madrid, para quedarse a vivir allí. Andrea
se sentía cambiada y muy cansada, como muerta. Ena lo notaba.
Llegó el día de la despedida en la
estación de tren. Fue muy triste. Las dos amigas se abrazaron y Ena le prometió
a Andrea que algún día volvería. El padre de Ena se quedó en Barcelona e invitó
a Andrea a subirse a un taxi con él, pero ella no aceptó. Quiso dar una paseo a
pie y a solas (la calle estaba muy vacía), soportando el calor propia del
verano (era julio). Fue al estudio de Guíxols, ya que pasaba por la calle
Moncada, donde estaba situado. La portera le comunicó que no había nadie porque
no lo usaba ya Guíxols como estudio y porque Iturdiaga y Pons no estaban en
Barcelona pero que podía pasar. Estuvo allí mirando un rato los muebles y los
cuadros que había. Al rato, se fue para ir a su casa. Al llegar se encontró con
Gloria llorando en la cama de su habitación (la de Andrea, anteriormente de
Angustias). Gloria le dijo que tenía miedo pero no le dijo el por qué de ese
miedo.
Al día siguiente, se escuchó un
grito en el vestíbulo de la casa (Andrea pudo dormir poco por el cansancio que
sentía y el calor que hacía). Era Antonia. Parecía muerta, estaba en el suelo.
Los familiares salieron de sus habitaciones para saber qué pasaba. De repente,
se despertó y dijo que había muerto alguien. Ese era Román, que se había
suicidado con la navaja de afeitar en su guardilla. Antonia lo sabía porque fue
a llevarle el café que le pidió Román el día anterior. Los vecinos del edificio
querían ver qué pasaba. Las mujeres de la casa llamaron a la Policía. Juan
salió corriendo las escaleras para ver a su hermano muerto. La abuela también
quiso ir y quería que la acompañase Andrea, la cual quería ver el cuerpo de
Román. La abuela mantenía su sufrimiento y sus lágrimas, mientras iba subiendo,
hasta que se encontraron con Juan, que bajaba las escaleras desolado. Pidió a
las dos mujeres que bajasen a la casa para hablar, pero la abuela quería ver a
su hijo. Juan se llevó a la abuela para arriba y obligó a Andrea que bajase a
la casa. Mientras iba subiendo la abuela, apoyada a Juan, empezó a llorar.
Andrea volvió a casa. Dentro había
gente que no conocía y que murmullaba y curioseaba la casa. Se metió en el
cuarto de baño, cerró la puerta y se duchó. Estaba histérica pero no lo hacía
ver ya que se duchaba como si no hubiese pasado nada. La gente que había al
otro lado de la puerta del baño, empezó a dar golpes.
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