Se despierta descubierta por la
manta que se puso encima la noche pasada. Recordaba, sin levantarse de la cama,
los años de su infancia en aquella casa, cuando oía a los tranvías pasar de
lejos o cuando pasaba calor todos los días. Sentía que había soñada cosas malas
pero al final se dio cuenta que estaba en Barcelona, otra vez, y eso ya le daba
razones para alegrarse.
Abrió los ojos e imaginó a sus
abuelos levantados enfrente de ella. La abuela, no parecía la de la noche
anterior, tenía la cara ovalada y un sombrero particular (del siglo pasado). El
abuelo (que aún no se había mencionado pero que en realidad había muerto hacía
tres años), al lado de su mujer, en la sombra (ya que estaba muerto), de ojos
azules y con barba castaña.
Luego, empezó a pensar por qué sus
abuelos se establecieron allí hacía cincuenta años. Ellos se querían mucho y
buscaban un lugar tranquilo, un refugio en las afueras, justo lo contrario a lo
que fue Andrea en ese momento a visitarlos. Poco después, la ciudad empezó a
crecer y a llenarse de edificios, ellos continuaron allí.
Andrea recordaba su infancia, el
bullicio que caracterizaba en aquellos momentos a la activa ciudad. Esto a ella
le encandilaba. También cuando sus tíos le compraban golosinas y ella era el
centro de la casa.
Volvió a la realidad, no se atrevía
a levantarse de la cama porque creía que las personas que vivían ahí dentro
habían cambiado. La habitación en la que durmió se volvió más tranquila aunque
seguía teniendo su aspecto espantoso. Vio en el sillón donde se había subido
para ver las estrellas la noche anterior, a un gato, de carácter excéntrico y
raro, que era también de la familia. Abrió la puerta de la habitación, que
conectaba con el recibidor, y éste con el comedor y su balcón. En el comedor
solo había un loro que decía palabrotas en el momento menos oportuno. Había muy
poca comida y ella tenía hambre.
Angustias se enteró que la joven se
había levantado y le llamó para que acudiese a su habitación. Andrea observó su
habitación desde fuera, estaba muy limpia en comparación a la casa. Angustias
le pidió que se sentara a su lado para hablar un momento. La vieja mujer no
parecía la de noche anterior, parecía más hinchada. Empezó a hablar y le avisó
que Barcelona era un infierno, una joven no podía ir tranquilamente por la
ciudad y que ella le educaría y la vigilaría para que anduviese con cuidado.
Además, en la casa no se vivía muy buen ambiente cada día, siempre había una pelea,
casi relacionada con Gloria que no era muy querida en la casa. Le preguntó que
para qué había llegado a Barcelona, y Andrea le respondió que era para estudiar
Letras. Angustias sabía que tenía una ayuda económica por orfandad (de aquí
creemos que su madre y/o su padre estén muertos). A Andrea no le gustaba la
personalidad de su tía, autoritaria y antipática.
La joven salió de la habitación y
encontró en el comedor a Gloria, dando de comer a 7. un niño pequeño. En
el otro lado de la mesa, estaba otro tío, de pelo rizado y cara agradable,
engrasando su pistola. Se llamaba 8. Román. Al lado de él estaba el
perro negro que vio Andrea la noche anterior, era Trueno, propiedad de Román, era un perro muy sociable. Román sacó
al loro de la jaula para enseñárselo a Andrea; de las malas palabras que el
animalejo decía, él se reía. Mientras los hablaban, Gloria los miraba. Este
hecho, enfadó a Román que empezó a insultarla y menospreciarla. Juan escuchó la
discusión y salió al comedor para defender a su pareja. Empezó una discusión
entre los dos tíos, con muchas provocaciones, incluso se querían matar: Román
hasta le ofreció la pistola. Gloria empezó a chillar porque el loro se le había
subido a la cabeza. Juan la observó solo un segundo porque estaba enfrentado
con su hermano Román. Al final, Juan insultó a su mujer, a Gloria, porque no
callaba. Le tiró el plato de papilla (aunque no le dio) que le estaba dando a
su hijo pequeño. La abuela y Angustias entraron en el comedor en ese momento de
la discusión. Juan se calmó. Después, la criada Antonia puso la mesa para el
desayuno, prestando siempre atención en lo que hacía la joven Andrea. Volvió la
calma.
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