Las amigas de Angustias fueron a
visitarla antes de que abandonase la casa para irse al convento. Hablan todas en
su habitación. Decían que la casa había cambiado mucho y una de ellas llegó a
sacar el tema de don Jerónimo Sanz, el cual dijo aquella amiga que la volvía
loca.
Gloria y Román deseaban que se
fuera ya cuando Andrea se lo preguntó a cada uno. Gloria lo deseaba aunque
decía que Angustias no sabía rezar (en esta misma conversación, Gloria le dijo
a Andrea que salió de casa, cuando llegó y le vio Angustias, para ir a ver a su
hermana). Román también quería que se fuese porque Angustias estorbaba en
aquella casa aunque a él le interesasen las cartas de amor y el diario de los
cajones de la habitación de tía Angustias. Andrea veía de cerca esa libertad
que se había imaginado antes de llegar a la casa, según ella ya no tenía un
enemigo con quien enfrentarse.
Llegó el día de la despedida final.
Fueron todos menos Román que aquel mismo día persiguió a Angustias cuando fue a
confesarse a la iglesia. Iban todos en taxi en dirección a la estación de tren.
Todos se despidieron de la mujer,
la abuelita llegó a llorar. Ella entró en el vagón y se sentó al lado de una
ventanilla. Juan se puso nervioso y empezó a gritar y a menospreciar por última
vez a Angustias desde fuera. Le llamó mártir, mezquina, malvada y gritó que no
se quiso casar con don Jerónimo porque era una desgraciada y no se atrevía irse
a vivir con él, porque todo el mundo hablaría mal de ella. La gente se reía. A
Juan le corrían las lágrimas por la cara, puede que estuviese llorando.
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